Compartía espacio con un compañero. Trabajo, de esos días en que hay que llegar a una hora y salir a otra, ajustarse a ciertas exigencias de protocolo y procurar sonreír porque el cliente es primero. En este pequeño espacio se iban las horas y convivíamos muy bien, contándonos en el poco tiempo libre las enfermedades, la vida de la familia, los pequeños malestares y levantándonos el ánimo uno al otro. Fue una relación muy cordial, no profunda pero si respetuosa. Un día llegó a nuestro espacio una cafetera. Los días fríos necesitaban asumirse con calor por dentro y la usamos generalmente para calentar agua. Hasta que se me ocurrió sacar mis tés de menjurjes que huelen a perfume caro y compartirlos. Llené el recipiente y tuvimos nuestras sendas tazas de dulce placer. Ese día hubo más sonrisas y cordialidad. El día siguiente la cafetera usada como tetera, descansó. Estaba sucia y yo no tenía la mínima intención de limpiarla. El compañero prefirió consumir cosas frías ...
Apuntes breves y no tan breves sobre más de diez cosas.