No puedo recordar cuál fue el motivo que me hizo encerrar mis pies para mi propio gusto. Alguna vez, alguien intentó tocar mi pie sin permiso y el muro se cerro completamente. Mis pies son míos, nadie los toca, nadie a quien yo no le dé permiso, igual que el resto de mi cuerpo.
Con una hija pequeña y el mundo alborotado por los abusos dentro y fuera del hogar, no puedo dejar de pensar lo expuestos que estamos y el miedo llega a ser abrumador.
La responsabilidad de enseñarles a los pequeños a defenderse, conocerse y hablar claramente no puede reducirse a una charla molesta con ellos, en alguna etapa definida de la adolescencia.
Muchas veces he expresado mis creencias en cuanto a educación y no han sido pocas las sentencias religiosas que me golpean por no seguir instrucciones eclesiásticas. Respeto, pero prefiero hablar claro, saber que al igual que muchos padres (o todos) no conozco una fórmula mágica para ir diseñando la crianza y confiar en que este experimento le permita a mi hija ser feliz y plena.
El cuerpo es ese espacio que habitamos, que llenamos con ideas, que vestimos a gusto o disgusto y que en muchas ocasiones no es propio. Ajenas son muchas de las ideas que se repiten y repiten, sin cesar. Para no ir tan lejos, alguien comentaba en el twitter que las personas se enmarcan en el vaso medio lleno o medio vacio y no salen de ese ejemplo. ¿Por qué un vaso? ¿Por qué las opciones se limitan al medio lleno o medio vacío?
Nos establecen las ideas y no somos capaces de evolucionar y preguntar. Nuestros límites son las respuestas que nos ofrecen porque tenemos miedo o no estamos acostumbrados a plantear nuestras propias respuestas y no estamos acostumbrados a cuestionar.
Nuestra mente no es propia, si no nos atrevemos a crear: ideas, pensamientos.... preguntas.
El cuerpo es igual. Estamos ceñidos en la regla social de que los hombres visten pantalón y las mujeres falda, en que el rosadito es para las nenas y el celeste para los niños. Tememos marcar la psique de un pequeño vistiéndole con un color suave, como si los colores fueran culpables de cambios y preferencias que hemos preferido marcar como indeseables porque solo somos capaces de ver nuestro cuadro, nuestro, porque ese cuadrado ni siquiera ha sido cuestionado por nosotros y como modelo entonces no puede ser propio.
Negamos la identidad del individuo encajándolo en moldes que nos parecen buenos, la corbata, la falda larga, el peinado corto para los hombres y largo para las mujeres: todos estereotipos inservibles.
Reglamos la creatividad para evitarnos reglar lo necesario. ¿Para qué pedimos que la falda sea larga? Será que tiene relación con la preferencia actual de las mujeres a vestir pantalón? Una de las razones principales, latentes y que calladamente seguimos y obedecemos es para prevenir la agresión a nuestros cuerpos. Tácitamente estamos aceptando que el "vestir" puede ser "provocador" Culpamos a la víctima de provocar al agresor, le quitamos la culpa, haciendolo un sujeto meramente reactivo, no pensante, olvidamos que es un ser pensante y receptivo que como nosotros toma decisiones y debe enfrentar sus errores.
Reconocernos, sentirnos felices de vivir dentro de un cuerpo alto, bajo, esbelto, rollizo, blanco o moreno, aceptándonos es el principio para respetarnos. Apreciar la belleza de la desnudez, como tal, sin pensar el cuerpo (de un hombre o mujer) como un objeto sexual, sino con la belleza que representa y por el solo hecho de vivir dentro de un cuerpo humano que debiera ser lógico conocer a detalle, ese es mi principio y rechazo cualquier pensamiento que me culpabilice por ello.
Si uno lo cree, si lo vive, si lo enfrenta con naturalidad, los niños lo aprenden. Si cada vez que te cambias te escondes, ellos aprenderán a esconderse. Si al hablar de su cuerpo, debes ponerle apodos a sus genitales, ellos están aprendiendo a esconder lo que se refiera a ellos, lo cual es peligroso en cuanto a higiene y a seguridad.
Finalmente el cuerpo es cuerpo, todos vivimos en uno que nos guste o no, es el que vestimos y qué mejor que vestirlo con felicidad. Toda mi vida vi con naturalidad el momento casi mágico en que mi mamá vestía su ropa de dormir. El tiempo se detenía para ella, era ella sola, aunque nosotros perturbáramos su espacio privado con nuestra presencia y así la recordaré siempre: desnuda, liviana y transparente: bella.
En cuanto a mis pies, siguen siendo míos como siempre. Los abrigo cuando quiero y los desnudo cuando me da la gana. El hecho de desnudarlos no le permite a NADIE tocarlos, lo mismo se aplica al resto de mi bendito cuerpo.
Nota: La foto la tomé de esta página en internet: http://www.genderacrossborders.com/2011/11/25/piropos-the-panamanian-police-street-harassment-in-the-spanish-speaking-world/ y contiene artículos bastante interesantes.
Con una hija pequeña y el mundo alborotado por los abusos dentro y fuera del hogar, no puedo dejar de pensar lo expuestos que estamos y el miedo llega a ser abrumador.
La responsabilidad de enseñarles a los pequeños a defenderse, conocerse y hablar claramente no puede reducirse a una charla molesta con ellos, en alguna etapa definida de la adolescencia.
Muchas veces he expresado mis creencias en cuanto a educación y no han sido pocas las sentencias religiosas que me golpean por no seguir instrucciones eclesiásticas. Respeto, pero prefiero hablar claro, saber que al igual que muchos padres (o todos) no conozco una fórmula mágica para ir diseñando la crianza y confiar en que este experimento le permita a mi hija ser feliz y plena.
El cuerpo es ese espacio que habitamos, que llenamos con ideas, que vestimos a gusto o disgusto y que en muchas ocasiones no es propio. Ajenas son muchas de las ideas que se repiten y repiten, sin cesar. Para no ir tan lejos, alguien comentaba en el twitter que las personas se enmarcan en el vaso medio lleno o medio vacio y no salen de ese ejemplo. ¿Por qué un vaso? ¿Por qué las opciones se limitan al medio lleno o medio vacío?
Nos establecen las ideas y no somos capaces de evolucionar y preguntar. Nuestros límites son las respuestas que nos ofrecen porque tenemos miedo o no estamos acostumbrados a plantear nuestras propias respuestas y no estamos acostumbrados a cuestionar.
Nuestra mente no es propia, si no nos atrevemos a crear: ideas, pensamientos.... preguntas.
El cuerpo es igual. Estamos ceñidos en la regla social de que los hombres visten pantalón y las mujeres falda, en que el rosadito es para las nenas y el celeste para los niños. Tememos marcar la psique de un pequeño vistiéndole con un color suave, como si los colores fueran culpables de cambios y preferencias que hemos preferido marcar como indeseables porque solo somos capaces de ver nuestro cuadro, nuestro, porque ese cuadrado ni siquiera ha sido cuestionado por nosotros y como modelo entonces no puede ser propio.
Negamos la identidad del individuo encajándolo en moldes que nos parecen buenos, la corbata, la falda larga, el peinado corto para los hombres y largo para las mujeres: todos estereotipos inservibles.
Reglamos la creatividad para evitarnos reglar lo necesario. ¿Para qué pedimos que la falda sea larga? Será que tiene relación con la preferencia actual de las mujeres a vestir pantalón? Una de las razones principales, latentes y que calladamente seguimos y obedecemos es para prevenir la agresión a nuestros cuerpos. Tácitamente estamos aceptando que el "vestir" puede ser "provocador" Culpamos a la víctima de provocar al agresor, le quitamos la culpa, haciendolo un sujeto meramente reactivo, no pensante, olvidamos que es un ser pensante y receptivo que como nosotros toma decisiones y debe enfrentar sus errores.
Reconocernos, sentirnos felices de vivir dentro de un cuerpo alto, bajo, esbelto, rollizo, blanco o moreno, aceptándonos es el principio para respetarnos. Apreciar la belleza de la desnudez, como tal, sin pensar el cuerpo (de un hombre o mujer) como un objeto sexual, sino con la belleza que representa y por el solo hecho de vivir dentro de un cuerpo humano que debiera ser lógico conocer a detalle, ese es mi principio y rechazo cualquier pensamiento que me culpabilice por ello.
Si uno lo cree, si lo vive, si lo enfrenta con naturalidad, los niños lo aprenden. Si cada vez que te cambias te escondes, ellos aprenderán a esconderse. Si al hablar de su cuerpo, debes ponerle apodos a sus genitales, ellos están aprendiendo a esconder lo que se refiera a ellos, lo cual es peligroso en cuanto a higiene y a seguridad.
Finalmente el cuerpo es cuerpo, todos vivimos en uno que nos guste o no, es el que vestimos y qué mejor que vestirlo con felicidad. Toda mi vida vi con naturalidad el momento casi mágico en que mi mamá vestía su ropa de dormir. El tiempo se detenía para ella, era ella sola, aunque nosotros perturbáramos su espacio privado con nuestra presencia y así la recordaré siempre: desnuda, liviana y transparente: bella.
En cuanto a mis pies, siguen siendo míos como siempre. Los abrigo cuando quiero y los desnudo cuando me da la gana. El hecho de desnudarlos no le permite a NADIE tocarlos, lo mismo se aplica al resto de mi bendito cuerpo.
Nota: La foto la tomé de esta página en internet: http://www.genderacrossborders.com/2011/11/25/piropos-the-panamanian-police-street-harassment-in-the-spanish-speaking-world/ y contiene artículos bastante interesantes.
Como es eso que nosotros mismos vamos reafirmando las creencias que nos impone la sociedad. No recuerdo cuanto tiempo tengo de no usar falda para el trabajo, para evitar cualquier situacion de acoso. Es cierto, nosotros justificamos siempre al agresor, cuando nada les da derecho de hacer piropos, miradas, comentarios o acciones abusivas, solo porque nos ven un escote o una falda. Y a veces, ni es necesario usar un escote o falda para ganarselo.
ResponderEliminarEs hora de reprogramar esta sociedad torcida en la que crecimos.
Abrazos para ti y para tu nena.