Noche de viernes. Llegué a la plaza de armas de Huehue por la novedad que representa una actividad pública en la que se pretende declarar este lugar como "espacio libre de violencia en contra de las mujeres". La nota que recibí indica que este es un mecanismo para demandar a las autoridades del departamento a velar por el cumplimiento del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia.
Escucho notas de marimba y a la distancia reconozco a las integrantes, mujeres todas, quienes interpretan. He de decir que llego un poco tarde, porque una coincidencia me ubicó en el tráfico imposible del final de año y aunque en otro momento hubiera preferido descansar, la actividad me llama.
Creo que inundar con pasos, con presencia, todos los espacios públicos que sean posibles, nos devuelve un poco de pertenencia. Recuperamos la certeza de ser parte de un hilo social a veces ligero, que la violencia se empeña en romper. Eso y el esfuerzo siempre creativo del Colectivo Vida, Justicia y Libertad para las Mujeres me mueven a asistir, aunque sea un momento que, suerte para mí, fue revelador.
Una mujer morena de cabello largo tomó el escenario. Con varios ejercicios en los que la música y el baile espontáneo, acompañaban su tono profundo, Sandra Morán hizo vibrar el aire. Poco a poco, las mujeres perdieron el titubeo momentáneo y tomaron el lugar. Coros, gritos, aplausos, baile: celebración.
Recuerdo haber escuchado, en otro momento y lugar, decir a Ana Cofiño, feminista a la que admiro, que la denuncia es una parte importante pero que también hay que celebrar, celebrar la vida, celebrar el hecho de ser mujer. La declaración de un espacio público limpio de violencia, el comprometerse a visibilizar, denunciar y erradicar todos los tipos de violencia que las mujeres sufren y la fiesta que representaron los tambores, la tortuga, los silbatos y maracas y el sonido de las voces alzándose para borrar el silencio, formaron un acto único, liberador.
608 casos de femicidio registrados en el 2010 fueron superados por 711 registrados durante el 2011. El 22 de noviembre de este año, la comisionada presidencial contra el femicidio, Alba Trejo, informó que del 1 de enero al 20 de Noviembre, se registraron 566 muertes violentas de mujeres en Guatemala. Las cifras muestran un problema constante: muerte de mujeres.
Y ante esto, expectante, observo a mujeres que conozco, inundando una plaza, un espacio público, gritando, bailando, y afirmando. Este esfuerzo del colectivo que persiste en visibilizar el problema, que busca la participación y sobre todo el compromiso para erradicar la violencia, merece vítores. Esta plaza no es solo el punto central de una ciudad fronteriza, que vive y sobrevive a diferentes tipos de violencia. Por sí sola es también un lugar en el que se comercia con personas, actividad por demás violenta. Declararlo libre es afirmar esperanza.
Queda mantener la celebración latente, inundar de vida los sitios públicos y demandar que este respeto al cuerpo y vida de las mujeres se extienda, en cada casa, en cada cuerpo. Queda para nosotras reconocernos como ciudadanas dueñas nuestras y hacedoras de nuevas reglas, como menciona en un tema, Sandra Morán. Reconocernos, respetarnos y continuar en la construcción de una sociedad más justa, en la calle o en casa, como decidamos hacerlo.
Al final de la noche, el ruido de los juegos pirotécnicos me hace elevar la vista. Luces dispersas, explosiones de colores que dibujan sobre la noche oscura y en el fondo un tema de Lila Downs y la sensación de libertad plena que a veces, en este país y en muchos sitios, se nos reconoce limitada. Pero esta noche no. Esta noche declaramos este espacio libre de violencia y mentalmente yo declaro el mío (mi cuerpo, mi casa, mi mente), de la misma manera: libre. Libre de violencia.
Mi reconocimiento al Colectivo Vida, Justicia y Libertad para las Mujeres, por el esfuerzo constante y siempre original: colectivovjlhuehue@gmail.com
Escucho notas de marimba y a la distancia reconozco a las integrantes, mujeres todas, quienes interpretan. He de decir que llego un poco tarde, porque una coincidencia me ubicó en el tráfico imposible del final de año y aunque en otro momento hubiera preferido descansar, la actividad me llama.
Creo que inundar con pasos, con presencia, todos los espacios públicos que sean posibles, nos devuelve un poco de pertenencia. Recuperamos la certeza de ser parte de un hilo social a veces ligero, que la violencia se empeña en romper. Eso y el esfuerzo siempre creativo del Colectivo Vida, Justicia y Libertad para las Mujeres me mueven a asistir, aunque sea un momento que, suerte para mí, fue revelador.
Una mujer morena de cabello largo tomó el escenario. Con varios ejercicios en los que la música y el baile espontáneo, acompañaban su tono profundo, Sandra Morán hizo vibrar el aire. Poco a poco, las mujeres perdieron el titubeo momentáneo y tomaron el lugar. Coros, gritos, aplausos, baile: celebración.
Recuerdo haber escuchado, en otro momento y lugar, decir a Ana Cofiño, feminista a la que admiro, que la denuncia es una parte importante pero que también hay que celebrar, celebrar la vida, celebrar el hecho de ser mujer. La declaración de un espacio público limpio de violencia, el comprometerse a visibilizar, denunciar y erradicar todos los tipos de violencia que las mujeres sufren y la fiesta que representaron los tambores, la tortuga, los silbatos y maracas y el sonido de las voces alzándose para borrar el silencio, formaron un acto único, liberador.
608 casos de femicidio registrados en el 2010 fueron superados por 711 registrados durante el 2011. El 22 de noviembre de este año, la comisionada presidencial contra el femicidio, Alba Trejo, informó que del 1 de enero al 20 de Noviembre, se registraron 566 muertes violentas de mujeres en Guatemala. Las cifras muestran un problema constante: muerte de mujeres.
Y ante esto, expectante, observo a mujeres que conozco, inundando una plaza, un espacio público, gritando, bailando, y afirmando. Este esfuerzo del colectivo que persiste en visibilizar el problema, que busca la participación y sobre todo el compromiso para erradicar la violencia, merece vítores. Esta plaza no es solo el punto central de una ciudad fronteriza, que vive y sobrevive a diferentes tipos de violencia. Por sí sola es también un lugar en el que se comercia con personas, actividad por demás violenta. Declararlo libre es afirmar esperanza.
Queda mantener la celebración latente, inundar de vida los sitios públicos y demandar que este respeto al cuerpo y vida de las mujeres se extienda, en cada casa, en cada cuerpo. Queda para nosotras reconocernos como ciudadanas dueñas nuestras y hacedoras de nuevas reglas, como menciona en un tema, Sandra Morán. Reconocernos, respetarnos y continuar en la construcción de una sociedad más justa, en la calle o en casa, como decidamos hacerlo.
Al final de la noche, el ruido de los juegos pirotécnicos me hace elevar la vista. Luces dispersas, explosiones de colores que dibujan sobre la noche oscura y en el fondo un tema de Lila Downs y la sensación de libertad plena que a veces, en este país y en muchos sitios, se nos reconoce limitada. Pero esta noche no. Esta noche declaramos este espacio libre de violencia y mentalmente yo declaro el mío (mi cuerpo, mi casa, mi mente), de la misma manera: libre. Libre de violencia.
Mi reconocimiento al Colectivo Vida, Justicia y Libertad para las Mujeres, por el esfuerzo constante y siempre original: colectivovjlhuehue@gmail.com
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