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Consejos para una divorciada guatemalteca en provincia


Nunca planifiqué un divorcio. Creo que nadie planifica esas cosas y menos los que crecimos dentro de una familia tradicional en pueblo pequeño y con la dosis necesaria de drama hollywoodense y telenovela de las ocho. Sin embargo, sucedió.  Mi relación más larga, un noviazgo de cinco años y un matrimonio de casi diez terminó y me vi en pocos meses, confundida y un poco a la deriva entre las reglas sociales del pueblo en el que vivo y mis creencias personales.  Quizá lo que pienso y mi capacidad para reaccionar ante el dolor y surfear entre el condicionamiento del grupo me facilitaron la sobrevivencia.  Sin embargo, me resultan curiosas (y sí, a veces molestas) las frases, miradas y el reducto de soledad y marginación al que se puede llevar a una persona diferente.  Van algunas de esas joyas:

1. "Pensalo bien porque no es fácil para una mujer sola"
Para nadie es fácil, el mundo es complicado. Cada ser humano debería ser capaz de cuidarse a sí mismo, pero si se es mujer, es frecuente que se enfrente antes a la obligación de cuidar de otros. Y aunque seás capaz de cuidar a tus hijos, llevés una casa, trabajés y todo lo demás que el entorno machista te pide, todavía dudan de si podrás con la carga de estar sola. Asumen que necesitás el respaldo de un hombre para continuar con tu vida. El modelo social favorece la representación jerárquica y en esta prevalece la figura masculina. No tenemos voto de confianza.

2. “¿Y qué va a decir la gente?”

Las primeras veces que salí, ya separada, la rama conservadora de la familia se asustó. Imaginaban el escándalo social y sufrían. Se asumía que la decencia se englobaba en el encierro como el destino final de mi vida “fracasada”. La vida terminaba en eso. Es más: no tenía derecho a vivir. Se asumía la fragilidad de mi condición, lo que propiciaría el que cometiera "pecados sociales”; es decir, salir con alguien más o quizá volver a enamorarme. Eso, a lo mejor, es imperdonable. 
La vida se entiende de una forma lineal, con pasos básicos necesarios. Salirse de esa guía causa miedo. La independencia asusta a los demás. 

3. "No te vayas a volver coleccionista, todas las divorciadas se quedan de mano en mano" 

El mito de la sexualidad y la veneración de la pureza. Se supone que el matrimonio regula las relaciones sexuales y da orden. Una mujer sola es una tentación andante.  Los hombres la acecharán solamente para follar con ella y luego se irán dejándola en el abandono, peor de lo que la encontraron. Es mejor la soledad que asumirte como ser sexual: "mejor quedate sola porque ya nadie te tomará en serio, a las divorciadas solo las siguen los magos, los que con un polvo desaparecen". No puedo dar el punto de vista masculino porque no lo conozco, pero entiendo que para que exista una relación deben haber dos involucrados (al menos), y en los términos de las mismas, acuerdos que funcionen para ambos. Esto va otra vez al tema del amor y a la sexualidad y creo que se puede fundamentar en la toma de decisiones.  Uno es dueño de lo que decide y de lo bueno o malo que traigan esas decisiones. Asumiendo eso, sabiendo que la libertad lleva ese agregado de responsabilidad hacia uno mismo, se puede decidir en este y en otros temas.

4. "Cuidado que ahí viene la vampiresa"

Y uno se vuelve un peligro para la santa institución del matrimonio. Algunas compañeras casadas asumen que queremos robarles la santa estabilidad de su bien logrado matrimonio; nosotras, impúdicas, que no fuimos capaces de sostener el nuestro. Ya el simple hecho de decidir romper el vínculo es un atentado; se asume que continuaremos dispersando el virus del divorcio y la separación. Somos una epidemia.

5. “Ay, yo veo que él sí quisiera regresar contigo”

Aquí hay varios puntos a analizar. Uno es que se percibe que existe la creencia de que fue la persona a quien el interlocutor aborda quien decidió, unilateralmente, la disolución del matrimonio.  Y además, que fue una decisión tomada a la ligera; quizás hasta con ánimo de castigar a la contraparte. Ambas suposiciones ignoran el fondo del asunto y, sobre todo, desestiman la seriedad de la situación. ¿Volver con alguien con quien, evidentemente, ha habido roces y circunstancias de una magnitud suficiente para considerar y hacer efectivo un divorcio? ¿Por qué? ¿Por qué debería prevalecer la presunta voluntad de la otra persona? En realidad, este argumento más parece ser una excusa para obtener un recuento más detallado de la historia que culminó en divorcio o bien una justificación que pasa más allá de la persona, (que vuelve a ser tomada como objeto) para presionar en el mantenimiento de la “norma social”.

6. ”¿Y no piensa rehacer su vida?”

Son innumerables las veces que he escuchado esto.  Mucha gente ve la vida nuestra como un algo roto y finalizado, que se arregla volviéndolo a meter en el cuadrado, es decir, arreglándolo con otra relación.
He visto a algunas amigas y amigos caer en esto y apresurarse a formar otra familia, a buscar otra pareja. No sé si esto funcione, pero creo que la vida es muy bonita como para tomarla con prisa.  Tal vez no a todos nos funcionen de igual forma las relaciones, pero como en esto también estoy aprendiendo y creo que esta, como cualquier otra decisión, sólo debe surgir de uno y nunca, de la presión social ni  de la programación que padecemos. 
Tal vez antes de asumirnos rotos, deshechos, finalizados, podamos aprender a reconocernos como personas, a entendernos, a saber quiénes somos y qué queremos. Tal vez esto nos dé más que una felicidad basada en otra persona o en cumplir con normas que rigen lo que debemos ser.

Tal vez.



(Escribí este post como especie de desahogo, quedan puntos pendientes y no asumo que lo planteado sea verdad absoluta. Agradezco a mis compañeras Amy Mendizábal, Beatriz Caicedo y María Teresa González, que compartieron sus experiencias ayudándome a construir este post y en especial a Beatriz, quien colaboró con la edición)







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