Oigo por todos lados ahora la palabra. Feminismo, feminismo, feminismo.
Mujeres valientes que se declaran feministas ante el mundo que no les ha permitido ser humanas.
Basta. No creo que se entienda el sarcasmo.
Me reprimo escribir del tema porque no dedico el tiempo suficiente a abordar teoría feminista, que me encanta y porque siento al leer a todas esas grandes mujeres intelectuales, que me quedo realmente corta. Pero al mismo tiempo me cuestiono, por qué el sentirme identificada con una ideología en la que me entiendo debería estar sustentada por todo un respaldo teórico impresionante para que sea valedera. O sea.
Tal vez es que el mundo con esta estructura enorme de poder que necesita a unos debajo de otros, tiene sus propios mecanismos internos de control y el tener que validar todo con conocimiento "probado" sea uno de esos. Yo qué sé. A mi lo que se me da es preguntarme cosas, estimularme la curiosidad y buscar y buscar respuestas aunque sepa que voy a terminar inundada de cuestiones estériles que no cambian nada ni me llevan a ningún sitio.
Porque vamos. A qué libertad se puede aspirar cuando el mercado-sistema-economía-estupidez globalizada abarca todo. Cuando se tiene impuesto el qué sentir, el qué pensar, hasta el cómo cuestionar. Cuando mis pocos privilegios, que incluyen tener un trabajo con un horario fijo, un salario para pagar los impuestos que sostienen esta misma estructura, me tienen en un escalón de este panorama que yo intento ver horizontal y que me deja absurdamente cansada con solo observarlo.
Me quedan las fisuritas, las pocas que voy abriendo en mi cabeza cerrada. Aquellas en las que puedo respirar y llenarme hasta volverme polvo y salir huyendo, fugada. Fugada de lo que se espera que sea y tratando de construir lo que yo quiero pero tratando de que ese espejo en el que miro el diseño sea una construcción propia. Y no empiezo porque me pregunto si necesito armarme un espejo propio, uno diferente o ninguno y comprender que es solo la costumbre de interpretarme la que tengo que decidir si quiero seguir jugando.
O nada más respirar. Pero a veces cuesta tanto.
Mujeres valientes que se declaran feministas ante el mundo que no les ha permitido ser humanas.
Basta. No creo que se entienda el sarcasmo.
Me reprimo escribir del tema porque no dedico el tiempo suficiente a abordar teoría feminista, que me encanta y porque siento al leer a todas esas grandes mujeres intelectuales, que me quedo realmente corta. Pero al mismo tiempo me cuestiono, por qué el sentirme identificada con una ideología en la que me entiendo debería estar sustentada por todo un respaldo teórico impresionante para que sea valedera. O sea.
Tal vez es que el mundo con esta estructura enorme de poder que necesita a unos debajo de otros, tiene sus propios mecanismos internos de control y el tener que validar todo con conocimiento "probado" sea uno de esos. Yo qué sé. A mi lo que se me da es preguntarme cosas, estimularme la curiosidad y buscar y buscar respuestas aunque sepa que voy a terminar inundada de cuestiones estériles que no cambian nada ni me llevan a ningún sitio.
Porque vamos. A qué libertad se puede aspirar cuando el mercado-sistema-economía-estupidez globalizada abarca todo. Cuando se tiene impuesto el qué sentir, el qué pensar, hasta el cómo cuestionar. Cuando mis pocos privilegios, que incluyen tener un trabajo con un horario fijo, un salario para pagar los impuestos que sostienen esta misma estructura, me tienen en un escalón de este panorama que yo intento ver horizontal y que me deja absurdamente cansada con solo observarlo.
Me quedan las fisuritas, las pocas que voy abriendo en mi cabeza cerrada. Aquellas en las que puedo respirar y llenarme hasta volverme polvo y salir huyendo, fugada. Fugada de lo que se espera que sea y tratando de construir lo que yo quiero pero tratando de que ese espejo en el que miro el diseño sea una construcción propia. Y no empiezo porque me pregunto si necesito armarme un espejo propio, uno diferente o ninguno y comprender que es solo la costumbre de interpretarme la que tengo que decidir si quiero seguir jugando.
O nada más respirar. Pero a veces cuesta tanto.
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