Me criaron alabando a la madre y santificando a la mujer. Según mi crianza, mi escuela y mi religión, una mujer es el equilibrio perfecto. No se admiten notas altas ni bajas, la melodía es en tono neutro, elegante y oportuna. La sabiduría es necesaria y el encanto poderoso.
Eso aprendí en treinta años. Luego me tocó desaprender.
Todos los días me enfrento a un montón de prejuicios y visiones reducidas de lo que es una mujer y teniendo una hija, me resulta avasallante la forma en que el mundo me reduce a pedazos, a partes inconexas de lo que debo ser.
Al menos ya me liberé del "debo" y estoy aprendiendo a quedarme con el "soy",
Aprendí que debo ser una mujer mesurada, calmada, que en pareja debo ser el agua que calma el fuego para evitar que los problemas lleguen a más, para mantener el equilibrio.
Desaprendí que no siempre es así, que aquí dentro hay incendios. Incendios voraces que necesitan salir y expandirse. Que dentro había silencio y necesitaba salir: No solo para airearse sino a transformarme la realidad que no acepto, aunque sea a golpes pequeños de cincel. (Y que las metáforas no son malas, nunca)
Aprendí que una mujer se realiza siendo madre.
Desaprendí que aunque me encanta el reto diario de convivir con otro ser humano al que siempre me siento tentada de llamar mío, la maternidad es una opción. Una opción como cualquier otra en la vida, a la que puedo decir si o no. Que puedo vivir o darle skip. Que no me hace más ni menos mujer.
Aprendí que la sexualidad no es mala, "pero"...
Desaprendí que mi cuerpo es mío y yo decido hacer con él lo que me plazca. He decidido cuidarlo y mantenerlo sano, según lo que yo creo. Esa es mi opción. Las opciones de los demás son de ellos y no tengo derecho a juzgarlas ni a censurarlas. Todo se reduce a un fundamental respeto por los derechos humanos, los de cualquiera, pero también los míos.
Aprendí que soy fuerte y multitask
Y en el camino me fui quedando llena de tareas imposibles, demasiado cansada y poco feliz, agradeciendo la "ayuda" que se me proporcionaba.
Desaprendí que cualquier adulto es responsable de sí mismo, que las tareas del hogar no son mías, que nunca me han gustado pero que tomo mi parte porque quiero vivir en condiciones de limpieza e higiene. No son mi obligación, son una parte necesaria que se comparte entre todos los que conviven en un espacio.
Desaprendí a no "aceptar ayuda", porque las tareas desagradables no son mías únicamente, son de todos por igual. No me ayuden, tomemos el camino juntos, sin trampas como los recordatorios o el "no me gusta".
A nadie le gusta y nadie tiene la obligación de cargar con los "no me gustan" y echarse la tarea a la espalda porque sí o porque es mujer.
Aprendí que una mujer bonita, callada, comprensiva es el ideal
Desaprendí que yo soy mi ideal, que me gusta ser lo que soy.
Aprendí a mantener un hogar a costa de mi misma, porque mis hijos merecen el sacrificio y todo es por ellos
Desaprendí que esta vida es demasiado corta para ser infeliz. Que el amor es una experiencia hermosa pero no siempre es eterno. Que no puedo cargarles a mis hijos el sacrificio de mi vida, porque con ello les estoy enseñando a sacrificar la propia.
Desaprendí que lo que hoy hago, será el modelo de lo que mis hijos harán mañana, no lo que digo. Entonces, mi principal motivo es ser coherente, ser feliz. Porque eso quiero que ellos vivan, la felicidad y no el sacrificio.
Aprendí muchas cosas y aprendí que todo era bueno.
Voy desaprendiendo muchas y conservando otras. Intento ver más allá de esta creación social de mujer y encontrarme y encontrarnos. Ser solidaria con mis compañeras, con las que viven felices, y con las que diariamente justifican su vida con frases trilladas, haciendo el esfuerzo de mantener modelos sólidos en fachada, de ser felices a costa de sí mismas porque se han quedado siendo un motor perfecto que le da vida a todo lo demás, menos a sí mismas. Y en ese caminar, en ese ver lo que fui y lo que soy, no encuentro pedazos, me encuentro a mi.
Y eso realmente vale la pena.
Eso aprendí en treinta años. Luego me tocó desaprender.
Todos los días me enfrento a un montón de prejuicios y visiones reducidas de lo que es una mujer y teniendo una hija, me resulta avasallante la forma en que el mundo me reduce a pedazos, a partes inconexas de lo que debo ser.
Al menos ya me liberé del "debo" y estoy aprendiendo a quedarme con el "soy",
Aprendí que debo ser una mujer mesurada, calmada, que en pareja debo ser el agua que calma el fuego para evitar que los problemas lleguen a más, para mantener el equilibrio.
Desaprendí que no siempre es así, que aquí dentro hay incendios. Incendios voraces que necesitan salir y expandirse. Que dentro había silencio y necesitaba salir: No solo para airearse sino a transformarme la realidad que no acepto, aunque sea a golpes pequeños de cincel. (Y que las metáforas no son malas, nunca)
Aprendí que una mujer se realiza siendo madre.
Desaprendí que aunque me encanta el reto diario de convivir con otro ser humano al que siempre me siento tentada de llamar mío, la maternidad es una opción. Una opción como cualquier otra en la vida, a la que puedo decir si o no. Que puedo vivir o darle skip. Que no me hace más ni menos mujer.
Aprendí que la sexualidad no es mala, "pero"...
Desaprendí que mi cuerpo es mío y yo decido hacer con él lo que me plazca. He decidido cuidarlo y mantenerlo sano, según lo que yo creo. Esa es mi opción. Las opciones de los demás son de ellos y no tengo derecho a juzgarlas ni a censurarlas. Todo se reduce a un fundamental respeto por los derechos humanos, los de cualquiera, pero también los míos.
Aprendí que soy fuerte y multitask
Y en el camino me fui quedando llena de tareas imposibles, demasiado cansada y poco feliz, agradeciendo la "ayuda" que se me proporcionaba.
Desaprendí que cualquier adulto es responsable de sí mismo, que las tareas del hogar no son mías, que nunca me han gustado pero que tomo mi parte porque quiero vivir en condiciones de limpieza e higiene. No son mi obligación, son una parte necesaria que se comparte entre todos los que conviven en un espacio.
Desaprendí a no "aceptar ayuda", porque las tareas desagradables no son mías únicamente, son de todos por igual. No me ayuden, tomemos el camino juntos, sin trampas como los recordatorios o el "no me gusta".
A nadie le gusta y nadie tiene la obligación de cargar con los "no me gustan" y echarse la tarea a la espalda porque sí o porque es mujer.
Aprendí que una mujer bonita, callada, comprensiva es el ideal
Desaprendí que yo soy mi ideal, que me gusta ser lo que soy.
Aprendí a mantener un hogar a costa de mi misma, porque mis hijos merecen el sacrificio y todo es por ellos
Desaprendí que esta vida es demasiado corta para ser infeliz. Que el amor es una experiencia hermosa pero no siempre es eterno. Que no puedo cargarles a mis hijos el sacrificio de mi vida, porque con ello les estoy enseñando a sacrificar la propia.
Desaprendí que lo que hoy hago, será el modelo de lo que mis hijos harán mañana, no lo que digo. Entonces, mi principal motivo es ser coherente, ser feliz. Porque eso quiero que ellos vivan, la felicidad y no el sacrificio.
Aprendí muchas cosas y aprendí que todo era bueno.
Voy desaprendiendo muchas y conservando otras. Intento ver más allá de esta creación social de mujer y encontrarme y encontrarnos. Ser solidaria con mis compañeras, con las que viven felices, y con las que diariamente justifican su vida con frases trilladas, haciendo el esfuerzo de mantener modelos sólidos en fachada, de ser felices a costa de sí mismas porque se han quedado siendo un motor perfecto que le da vida a todo lo demás, menos a sí mismas. Y en ese caminar, en ese ver lo que fui y lo que soy, no encuentro pedazos, me encuentro a mi.
Y eso realmente vale la pena.
Comentarios
Publicar un comentario
¿Qué me dices?