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Mostrando entradas de marzo, 2014

Caer

Unos días apenas tengo de volver a la moto. Una pequeña, automática, sencilla, común y práctica que me permite ir y venir. El equilibrio que necesito para no bajar los pies en los sitios en que debo frenar, la sensación de ser una con la máquina en las vueltas, aunque la velocidad sea tan limitada, el riesgo mínimo pero riesgo al fin. El terapeuta comentó el otro día, al verme entrar con el casco, que eran demasiado peligrosas, algo con lo que él no estaba de acuerdo. Estuve a punto de responder con la frase con la que me reta: ¿y qué haría si no tuviera miedo? Pero me contuve, porque yo aún lo siento. Mi moto apenas es un instrumento para moverme, no es un modelo grande de carretera como el que quiero tener, pero es lo que es. Hoy, arrancándola para el último trayecto al trabajo, me caí. Entiendo que hice una estupidez y de repente estaba en la acera, con la moto en el suelo y yo a un lado frotándome el pie. Una cola terrible de carros al lado y alguien a mi espalda ofreciéndom...

La mujer del salón

En una época de mi vida participé en concursos de belleza. Bueno, en uno. Ese llevo a otro y ese a otro. Fue un año alegre, a pesar de todas las estupideces que respecto a mi físico e intelecto me llevaron a sentirme como res expuesta en subasta, pero una res especial (otro día escribiré de eso). Ir al "Salón" se volvió un acto cotidiano. Maquillaje, peinado, todo un clúster maniático de lo que se supone ser una mujer ganadora y perfecta. No sé cuánto tiempo le dediqué a rizarme las pestañas, que a la fecha siguen igual de patéticas y rebeldes. Me sentaba frente al espejo y dejaba que la experta hiciera su trabajo. Veía desde ahí, observaba. Tal vez eso era lo más divertido del asunto, mientras todos parecían enfocarse en mi, volaba fuera y observaba a los demás. Una tarde, mientras mi pelo totalmente liso se llenaba de rizos abundantes que se elevarían después en una torre de pelos apretados haciendo erupción en la parte superior, la vi a ella. Era una mujer joven a...

Seño

Era un tipo ceremonioso, acostumbrado a pararse recto, con los hombros alineados a la cadera y la vista al frente. Nunca lo vi agacharse, como si no pudiera ver por debajo del nivel al que llegaba su nariz.  Caminaba despacio, nunca lo vi correr. Su pie derecho se asentaba lentamente en el suelo y solo entonces, permitía que el pie izquierdo descendiera para repetir el mismo ejercicio exacto, calculado, estricto de dar un paso. Estaba seguro que los demás debían esperar por él o lo aseguraba con una exclamación anticipada de su voz ronca que detenía y llamaba.  Llegaba a la oficina de vez en cuando a pedir algo. Cosas sencillas, trámites burocráticos que nunca lo son. Entraba y no veía al frente, donde se encuentra mi escritorio, sin antes ver al lado, donde se encuentra el de mi asistente.  Con la pompa de quien preside un gran desfile militar, se acercaba al escritorio de este y un sonoro "Licenciado, buenos días" llenaba el aire y clausuraba la escena con un apre...

Amarcord

Texto por: Anónimo* Director: Federico Fellini País: Italia Año: 1973 De Fellini se puede escoger casi cualquier película, pero prefiero Amarcord por su técnica narrativa, que se caracteriza por no tener un hilo conductor definido, ni siquiera un narrador. Es una película sobre nada, sobre recuerdos que no tienen relación uno con otro. Amacord , en el dialecto italiano de Fellini, significa “Me acuerdo”, por lo que supone que son recuerdos ¿personales? Esto pese a que a este director siempre enfureció que se catalogaran sus películas como autobiográficas. Se trata, como decía, de escenas aparentemente inconexas, de un poblado casi rural de la Italia de Mussolini. El narrador podría ser bien un joven que recién entró a la pubertad, y que mezcla sus recuerdos personales sobre su familia (en especial de su tío Teo), la escuela y sus profesores, la comunidad, el descubrimiento de su sexualidad y aspectos de importancia nacional, como los desfiles en honor del Duce, o la l...