Hace poco tiempo logré entender que mi percepción del mundo era distinta a la de quienes me rodean. Mis sentidos funcionan en dos modos opuestos, completamente activados o en silencio total. Moverme entre la hipo y la hipersensibilidad es algo cotidiano. Siento demasiado frío y no tolero el calor. Puedo soportar cansancio físico extremo en algunos momentos pero no puedo lidiar con una etiqueta que raspa. Un cabello suelto sobre mi espalda resulta el equivalente a una tortura medieval, pero vivi con una hernia discal a la que no le presté atención hasta que me causó limitación de movimiento. Así, vivo entre dos extremos sensibles. Mi relación con mi cuerpo parte de que a veces no lo entiendo y a veces él se impone. O ella, mi cuerpa. Tampoco tiene definido un género, es ambigüe. Y en esos reclamos que tiene, he notado la calma que me provee la presión sobre la piel. Hace unos par de años, probando soluciones para mejorar mi calidad de sueño, conseguí una manta pesada qu...
Cuando me mudé debí dejar entre muchos objetos también también mi bicicleta. No consideré traerla conmigo porque pensaba en viajar ligera. La dejé también para atreverme a soltar todo por completo y llegar sin nada a un sitio nuevo. Esta ciudad se presta para caminar, para andar en bici o en monopatín, pero a mí aún me falta ánimo para montarme en dos ruedas e ir por calles que no termino de conocer con exactitud. En mi pueblo era frecuente encontrar grupos de ciclistas de montaña, mientras yo hacía un poco de ruta y un poco de ciudad, sola. Los deportes en grupo nunca han sido lo mío, pero ir sola a la piscina a la hora del almuerzo, correr por la mañana antes de ir al trabajo o subirme en la bici para escuchar una playlist muy rítmica y gritar cada canción mientras colina abajo me dejaba llevar... eso sí que lo disfruté. Supongo que cada quien tiene su manera de encarar los deportes, como su manera de encarar la vida. La mía no ha sido totalmente solitaria,tiempo atrás hice jiu j...